Descripción
El aullido estridente de una sirena la hizo saltar y golpearse la cabeza contra el techo. La información de los droides rastreadores había sido procesada: no solo habían encontrado un depositó prometedor, sino también a una ladrona. Erena usó una uña metáñica para pincharse los dedos de la mano biológica. Gotas rezumante en las cinco yemas, introdujo el brazo en el agujero donde se alojaba el cristal del aerodeslizador. Estaba frío. Sin embargo, al contacto se tornó cálido. Por un se gundo, palpitó.
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