Descripción
Lo que caía era agua o por lo menos eso creí al principio. No pude resistir la tentación. Cuando el chorro fue suficiente para reunirlo en el puño lo probé. No se parecía a nada que hubiera probado antes. En él estaban patentes los cinco sabores y sin embargo no era una mezcla. Cada uno tenía forma individual. Cuanto deseé andar con un termo o algo que me permitiera conservar parte de aquella sustancia desconocida. Al fin pude ver de donde provenía el ruido y el líquido. Fascinado —sin pensar de donde salía— bebí todo el que pude. Más arriba una especie de túneles pulsadores disparaban caños del líquido con una precisión increíble. La presión era tanta que aunque hacían un recorrido de cerca de trescientos metros —el espacio hueco entre el final de un conducto y el principio del otro— muy pocas chispas saltaban. La lluvia se producía porque al ser miles o quizás millones de estos chorros voladores las partículas se precipitaban en lluvia. Lo más extraño era el cambio de color que experimentaban en el aire. Pensé que era la razón de dicho fenómeno. Probablemente el contacto con el aire produce la mutación. Los que al salir del conducto eran rojos, al entrar en el otro extremo estaban azules y viceversa. Mi guía conocía el camino por donde me llevaba con tanta presión que no dudé que había pasado cientos de veces por allí. Sabía en que momento atravesar cada arteria para no ser derribado por uno chorro o para no impedir que entrara al conducto correspondiente. ¿Qué pasaba sino entraba un chorro? ¿Derrame cerebral? El ruido era estridente, pero no me importó. Estaba ante uno de los milagros de la naturaleza y lo disfrutaría.
Valoraciones
No hay valoraciones aún.