Descripción
El deseo se fue haciendo obsesivo. No podía concentrar actividad. Las llamadas no tenían sentido si junto al teléfono no estaba Emilia… (me miraba con ojos terriblemente ansiosos. Yo qué iba a decirle; era en verdad mi jefe; tan impecable, tan vestido siempre de azul; con esa inteligencia que atrae el amor de las mujeres como si el hombre fuese miel y el amor abejas girando… Yo repetía su nombre por las noches… Gabriel, y sabiendo que traicionaba la memoria de Juan, lo hacía… Cuando me acercaba con las manos llenas de papeles para indicarle dónde debía firmar los formularios de copias azules o rojas, pensaba que su timidez lo llevaría al descalabro.¿Pero y la mía?… Muchas veces, antes de mi separación de Juan, pensé en darle un beso, así de repente.¿Pero cómo reaccionaría un hombre circunspecto y tan formal? sabías perfectamente que su mirada no era la de un amigo. Además y esto es importante sus mejillas se sonrojaron con frecuencia, y yo, como mujer que he sentido el amor y que he visto tantas mejillas sonrojadas, sabía que el deseo le llenaba los sentidos.
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